El Hualve V – VIII – Matías Díaz Huirimilla

V.- 

Claudio.
Primero.
Único.
Último de su nombre.
Prohibidor de la música.
Gobernante mordiente.

Cuentan que un día fue el hombre más rico del mundo
heredero de un cinturón
que pasó a su hijo
y al hijo de su hijo.

Claudio fue parido cerca de un árbol
por una joven castrada
de correr descalza
de beber desgracias
de buscar calor.

Claudio fue criado en piso de tierra
por una anciana tambaleante
ciega y rabiosa
que no recordó la luz
y que nunca barrió la casa.

Claudio fue enseñado a confiar en el barro
porque el barro, le dijeron
espanta a los traidores
y quiebra las narices
de quien podría quebrarte a ti.

Claudio fue coronado una noche fantasmal
sin la joven castrada
sin la anciana ciega
en un palacio sin trono
en una casa sin cama.

VI.- 

Cuando Claudio prohibió la música,
me urgió aprender a escribir.

Lo hice porque no pude llorar
y porque la urgencia rondó mi futuro trono:
la urgencia de desconfiar
primero, de Claudio
y de mí que también soy Claudio
segundo, de mí
y de Claudio quien también es yo
tercero, de las palabras
y de las canciones de cuna
cuarto, del aire
y del engaño de respirar
quinto, de la risa
y de los dedos que se juntan
sexto
séptimo
octavo
siempre
siempre debo desconfiar de mí.

Aprendí a escribir
porque no pude llorar.

Aprendí a escribir
porque mi nombre no rimó con verdad.

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VII.- 

Claudio quiso que yo corriera,
pero yo con el aire también conseguí escribir.

Claudio me llevó con el carpintero
y yo en el polvo encontré magia para escribir.

Claudio,
cansado,
me amarró al suelo,
pero él ya había olvidado que en el barro
con gusanos
con ácaros
o, incluso, con piedras
también se puede escribir.

VIII.- 

Nací al no saber de mañanas,
solo de ayeres.

Nací al no saber de cielos,
solo de manos levantadas.

Nací al no saber de mi padre,
solo de Claudio.

 

Matías Díaz Huirimilla
Calbuco
Poesía

Publicado originalmente en Dos poemas verdes y uno aguachento (2019)