[OPINIÓN] ¿Dónde está la poesía? La tarea de cantar las derrotas
El estallido fue titulado como tal rápidamente, lo mismo ocurrió con la marcha más grande de la historia y el triunfo del apruebo. Las derrotas del progresismo no han corrido la misma suerte, son canciones depresivas, pero que aún no tienen título. Desde el 8 de mayo del 2023 es cada vez más claro que tras las dos últimas palizas electorales en el progresismo necesitamos respuestas y que ellas no están a la vista. Las derrotas aplastantes necesitan palabras. Sospecho que dado ese escenario las y los poetas, artistas del único oficio que le ha dado dos copas mundiales a Chile, pueden ayudarnos. Es el tiempo de la reflexión y la intuición poética.
Esta carencia se ha hecho más patente a medida que pasan las semanas. Fue más claro aún cuando la presidenta del Partido Por la Democracia, Natalia Pergentelli al tratar de explicar la derrota fue torpe con el diccionario al hablar de “monos peludos” y que las agendas disidentes son “leseras” ¿Cómo en un país en que los versos de Mistral son lengua viva desde la más tierna infancia una dirigenta política va a tener tal sequía lírica y verbal?
Estamos ante esta situación: Los prevencionistas de riesgo del progresismo fracasaron. Hoy estamos frente a un socavón. Ante este escenario, necesitamos de los magos -o los poetas- para descubrir -parafraseando a Thomas Mann – cuán hondo es el pozo de la derrota. Después los ingenieros podrán dimensionar salidas para esta crisis, sacar cálculos y encontrar soluciones tecnológicas para
el hoyo. Pero antes tenemos que saber qué significa este foso.
El historiador Cristian Perez ha expresado que la derrota del 4 de septiembre puede ser incluso mayor a la del golpe porque fue provocada por los pobres que la izquierda siempre ha buscado representar. Es inexcusable que ante estos hechos la poesía chilena -en toda su riquísima diversidad- no haya tenido una palabra. Menos aún en un país que se dice “país de poetas”. Todo esto se vuelve más grave si abrazamos lo escrito Alejandro Zambra en su novela “Poeta chileno”, para él un poeta chileno es para Chile lo que en Perú es un chef peruano o lo quen Argentina es un futbolista argentino ¿Es imaginable que un chef peruano no diga nada después de una sequía que lo dejase sin alimentos para cocinar o que un futbolista argentino no diga nada después de una goleada bíblica?
Lo que estamos viviendo produce vértigo, los especialistas de las revoluciones saben que ellas tienen siempre como contracara una contrarrevolución, pero al resto eso se nos olvida ¿Cómo después de ser millones en las calles pidiendo el fin del abuso del sistema imperante vamos a tener en la puerta del horno el triunfo de los fanáticos de ese sistema? ¿Cómo es que estamos en la puerta del horno pero aún el progresismo detenta el poder formal? Ante el vértigo y la fugacidad de los cambios, quienes trabajan la intuición poética pueden actuar como médicos alternativos o chamanes para dar con las claves espirituales del fracaso. El progresismo chileno necesita una hora urgente con los poetas.
Necesitamos de esa poesía de manera rápida, no podemos esperar a los plazos que dicta el Fondo de Culturas ni el proceso burocrático normal de la publicación de un libro. Necesitamos que nuestros poetas nos hagan saber y con fanfarria, qué nos pasó el 4 de septiembre y el 7 de mayo. Este supone una gran contradicción, la poesía -como los mejores platos- es más amiga del fuego lento que de la comida rápida. Quizás nuestro encargo sea, paradójicamente, rápidamente desestimado.
Si uno mira el vaso medio lleno del estallido social podrá comprobar que existió una explosión de creatividad. Se pintó todo lo que podía pintarse, se inventaron canciones y también muchos poemas. Incluso la destacada poeta Carmen Berenguer escribió su poemario “Plaza Dignidad” y Nano Stern confundió incansablemente música y poesía durante esas jornadas. Eso fue valioso, pero tendría la misma valía poder cantar la derrota. El fracaso político no resiste ser mugre bajo la alfombra.
De hecho, hay documentos fascinantes como las antologías poéticas que condensan lo que pensó buena parte de la poesía chilena cuando octubre mandaba. No es sano olvidar que hubo pocas cosas más representativas de octubre que los versos que Delight Lab proyectaba en la Torre Telefónica. Cada quién dirá si más o menos, pero lo cierto es que la poesía dijo presente en esos meses de protesta.
Los detractores de la poesía que repiten constantemente palabras simétricas a las de Pinochet que confesaba odiar a la poesía, se reirán de estas reflexiones. Si pensáramos como ellos que la poesía es inútil, tendríamos que decir que quizás si tiene única utilidad y esta es nombrar lo que no ha sido nombrado. Tal como cantaba Stella Díaz Varín, encontrar “la palabra escondida” es una bella misión poética.
Algunos poetas dirán que no son mecenas ni escriben por mandato o que los ritmos del cronómetro no guían al verso. Pero ya ha quedado suficientemente claro, que en la cresta de la ola los poetas han gozado el mar. Pues bien, deben saber que en el naufragio también hacen falta.
Tomás Fábrega.
Periodista y Licenciado en Historia Universidad Diego Portales