Para Catrian todas las vivencias valen canciones

En tiempos en que el estallido social comenzaba a ser tema sólo de día viernes en los noticieros, sin imaginar que en pocas semanas estaríamos viviendo una pandemia mundial, Catrian (21) se atrevió. Habló con Rodrigo, el dueño del restaurant Maluza de Osorno, y pidió una fecha para ir a tocar sus primeras canciones. Las llevaba ensayando por algunos años en los que quiso aprender a hacerlas absorbiendo todo los conocimientos posibles sobre acordes, progresiones y lenguaje musical en internet.

Pero en ese, ahora, lejano 2020, Catrian tenía todavía mucho que aprender. Había salido del liceo recientemente y los cerca de cinco años que tenía tocando guitarra eran sus antecedentes. Realizó su primera presentación en vivo en Maluza, tras la respuesta positiva de su dueño para tocar. Invitó a sus amigos y amigas para que vean su debut musical en aquella noche fría.

Entre el nerviosismo propio del debut y las bajas temperaturas, Catrian reconoce que le fue mal, pero pudo terminar su repertorio. «Me fue mal. Ahora lo veo como la hueá chistosa, pero… lo pasé mal. Como en el autoestima, ¿cachay? Y claro, lo que me dije para animarme fue que tenía que meterle empeño, aprender más cosas y sacar la voz. No tengo que encerrarme en una burbuja de ego, porque no se trata de mí, solamente», cuenta a El Sureño.

«Yo quiero ser ese»

Catrian vivió hasta cerca de los trece años en Ensenada. Luego llegó a Osorno con su familia. Antes de eso, en los inicios de su segunda infancia, vio en televisión una imagen que pudo haber sido un momento clave en su vida. «La primera vez que vi una guitarra de rock, una guitarra eléctrica, fue en una película de Barney. Vi al niño con la guitarra eléctrica y dije, ‘yo quiero ser ese niño’. A mí nunca me compraron una guitarra hasta que tuve como trece años», explica.

Así comenzó su viaje autodidacta por la música. Aprendió a tocar guitarra viendo videos en YouTube. En paralelo escribía poesía, otra de sus pasiones. Empezó a musicalizar sus poemas, o a escribir nuevas canciones como si fueran poemas musicalizados. Eso tuvo que dejarlo atrás, ya que la métrica estructurada de la poesía no calzaba siempre en sus acordes. Todo fue aprender, evolucionar y probar. Hasta que cerca de la mayoría de edad, por fin sintió que sus creaciones eran dignas de ser grabadas.

«Empecé a aprender a cantar, escuchando música y cantándola. Y siempre he hecho eso. Por ejemplo, desde el año pasado, ante pasado, puedo cantar bien. Cada vez estoy mejorando, pero siempre escucho música, no sé, escucho Lucybell, Fito Páez o cosas así, que requieran un reto. Y las practico hasta poder llegar a eso y para poder cantar mis canciones mejor. Eran canciones en que yo agarraba la guitarra, improvisaba alguna letra , la grababa y después me la aprendía», relata sobre esos primeros temas.

En busca de una visión

En 2019, con la crisis del agua en Osorno a cuestas, y el estallido social irrumpiendo sin que muchos lo hayan visto venir, despertó en Catrian una motivación para su arte. Quiso darle una razón más social a sus creaciones. Estaba en cuarto medio y ya podía crear sus canciones, según sus sensaciones. Las humanidades, la lectura y la escritura también formaban parte de su arte. Lo entremezcló para empezar a darle forma a su primer gran proyecto musical.

Comenzó a estudiar derecho justo cuando llegó la pandemia en 2020. A esas alturas ya contaba con un repertorio propio capaz de conformar una idea matriz. Ya había pasado lo de Maluza, por lo que levantarse era primordial para seguir. Así nació su primer disco ‘Cartas‘, lanzado en septiembre de ese año. Dice que fue la conclusión de sus primeros aprendizajes en la música. «Recién ahí aprendí a hacer canciones y a estructurar ideas en torno a ellas», señala.

2021 es, hasta ahora, el año más prolífico en cuanto a trabajos discográficos para Catrian. Ese año lanzó dos nuevos discos: ‘Hilos‘ y ‘Caleta de Gente‘. «Hilos lo grabé en un iPhone viejo, era un álbum guitarrero y las letras estaban llenas de metáforas. El problema es que nadie cachó mis metáforas, me fui en la locura. El Caleta de Gente tiene un concepto más complejo; hay tanta gente alrededor tuyo que no te puedes ver a ti», expone. La lectura fue fundamental en aquel LP. El libro ‘El Enjambre’ de Byung-Chul Han fue clave para entremezclarlo con sus vivencias, reconoce.

Los cambios y la antropología

Sin motivación para seguir estudiando derecho, tras dos años de clases online en casi su totalidad, Catrian comenzó una nueva búsqueda. Quería estudiar algo relacionado con sus intereses artísticos y sociales. Fue así como llegó a la Antropología, tras los consejos de una amiga cercana. Hoy pretenden combinar todas sus habilidades con su arte.

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2022 fue su primer año en la nueva carrera y también comenzó a llenarse de proyectos. Tenía ganas de difundir y tener espacios para lo que estaba haciendo. Empezó a forjar una productora audiovisual junto a un amigo, con la beca indígena que le otorgaron de forma retroactiva se compró una interfaz de audio. Decidieron revivir un viejo proyecto con la Productora Carepalo, grabando sesiones en vivo de artistas locales. También grabó de mejor manera nuevas canciones.

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Toda esta vorágine de actividades, cuenta, intensificó su aprendizaje gracias a los contactos que hizo. Por el trabajo y por colaborar con otras personas aprendió «cuánto cuesta parar un proyecto. Hay que aprender mucha gestión y tener recursos técnicos que luego te servirán para tus propias creaciones», manifiesta.

La Antropología es una herramienta que utiliza para «entender a la gente y hacer arte, ocupar el conocimiento para crear, el arte es lo primero que impulsa el cambio social». Y es que existe un punto de conexión entre el arte y su respectivo contexto. Es lo que más le gusta, asegura, de escuchar música. Entenderla según lo que ocurría alrededor de esos proyectos. Hoy se asume fanática de Lucybell y sus experimentaciones showgaze noventeras. También le gusta la música urbana y no adhiere a las teorías clasistas sobre las letras de esas canciones. «Es como muestran su realidad», sintetiza.

Títere espectacular

En mayo de este 2023, tras más de un año y medio de componer, Catrian lanzó su cuarto y último trabajo, hasta ahora. Se trata del disco ‘Títere Espectacular‘, diez canciones en poco más de 27 minutos. Cada una de ellas retrata vivencias que las convierten en personajes, al igual que un títere, explica sobre el concepto. Para Catrian «cada tema es un personaje distinto, porque todas las vivencias valen canciones. Para todas las emociones que sienten las personas de mi círculo se puede hacer una canción».

En este trabajo también aumenta la complejización de las estructuras que componen sus canciones. Fruto del trabajo que realizó en los años previos y que culminó con ese lanzamiento. «Si uno quiere hacer arte tiene que hacerlo aunque salga mal. La hueá tiene que estar estructurada de alguna forma. La simplicidad igual es buena, pero también me gusta la complejidad de la música», aclara.

Dentro de sus aspiraciones de aquí en adelante espera que su música sea buena, que tenga estructura y coherencia. «Me gusta mi música. No es lo único que hago, trato de juntar lo audiovisual, la antropología, escribir. Me gusta generar comunidad en torno a la música porque fortalece el arte», declara. Dice que vivir de la música sería un sueño, pero que ve más potencial a sacarle provecho a todas sus habilidades. Quiere vivir, además, de la gestión, la escritura, hasta hacer un libro. Que el arte sea su vida.

Portada del disco Títere Espectacular

La escena osornina y el futuro

Catrian reconoce que las bandas en Osorno pueden tener más escenarios donde presentarse que los proyectos puramente solistas. Dice que no le molesta y que le encanta ir a ver bandas locales en vivo. También admite que ha sido bien recibido en la escena local y que eso se refleja en que las y los artistas la han escuchado su trabajo. Igual admite que quiere formar una banda con Diego, un amigo jazzista, y otras personas. «Una banda buena», precisa.

«Sin chaquetearse entre artistas, podemos llegar a más lugares, cuando se trata de organizaciones culturales y ocupa parte del trabajo del artista, que se converse. Que haya certidumbre de qué vas a sacar de apañar las actividades. Mientras no se caguen entre todos y se respeten, que no haya violencia, que haya honestidad, que las personas de la escena se sientan seguras. La escena irá mutando, pero falta que se promueva el interés de la gente por el arte. No puedes obligar a nadie a que consuma arte, pero puedes crear más espacios artísticos. El Estado debe hacerlo y no lo hace porque no es rentable», indica.

Este año, Catrian volvió a tocar al Maluza. Fue una especie de reconciliación con su propio aprendizaje y con la música. Ya ha ido varias veces durante el año. Fue saldar una deuda que la mantuvo resentida por un buen tiempo, pero que ahora es sólo una anécdota. Después de todo, su propia vivencia la hizo aprender y componer las canciones que más le gustan y que conforman su repertorio favorito.

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