La pintura de Joaquín Turina Zapatero Remendon

El zapatero remendón en la vida cotidiana [CRÓNICA]

PRIMERA PARTE

Tantas veces hemos escuchado “zapatero a tus zapatos”, para justificar que sólo debe ocuparse de su labor y que no se meta donde no debe. Trabaje, no piense ni sienta, otros están preparados para hacerlo. Tan errada es esa opinión, la historia da cuenta que tal opinión es altamente discriminadora.

Diversidad de historias, lecturas o conversaciones versan de los “zapateros remendones”, incluyendo a un primer ministro español, es muy probable provenga de familia dedicada a ese oficio. Esta maestría aún vigente por más de 5.500 años, otros más audaces dicen cientos de miles de años, protegieron pies a cultivadores, ganaderos, pescadores, lugareños, caminantes, etc., con calzados de cuero, madera y cáñamos extraídos de la planta cannabis sativa.

Baste recordar a padres, abuelos, vecinos comentando de la valía de este maestro, como de quienes remendaban medias a las mujeres, a los zurcidores, en su mayoría orientales, que reparaban pantalones y chaquetas, carpinteros, albañiles, electricistas, gasfíteres, tejedoras, etc., tantos oficios como necesidades a cubrir por las familias o lugareños, en especial en zonas rurales o en otros donde eran apreciados por su talante en la confección y cuidado del calzado.

Conocidos como personas atentas, confiables, responsables, fueron, en muchas ocasiones, son nuestros confidentes, casi cumpliendo el rol de sanadores de la mente.

La pintura de Joaquín Turina Zapatero Remendon

El realismo político de los zapateros es destacado en el siglo XIX y por más que la Revolución Industrial, el capitalismo y el neocapitalismo les subsumiera por sus tentáculos, aun mantienen su presencia y oficio, baste solo mirar lo abarrotado que están actualmente las estanterías en sus sitios. En ciudades grandes, medianas y rurales, los zapateros, al igual que los demás artesanos, vivían y trabajaban en ca­lles dedicadas especialmente a ellos. Así se organizaba la convivencia cotidiana.

En el siglo XIX los zapateros, como oficio, tenían reputación de compromiso social. Militantes tanto en asuntos propios de su oficio como en amplios movimientos populares. Un historia­dor de la revolución alemana de 1848, por ejemplo, sacó la conclusión de que «no era coincidencia» que los zapateros «tuviesen un papel dominante en las actividades del pueblo» (…) La reputación del zapatero deja la sensación que en el siglo XIX desempeña­ban un papel que desde hacía mucho tiempo antes, que hoy llamaríamos “labor” clandestina.[1]

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Es un mago en el arte de cortar tacones, coser y pegar parches; recibir este trabajo terminado para algunos traslucía su figura mediante la brillantez de los zapatos rejuvenecidos. Atesoramos la imagen de un maestro sentado en un taburete o silla, en una de sus piernas la horma de madera y con su mano contraria el martillo ajustaba la pieza de cuero, antes de coser el cerquillo. Ambas manos protegidas por la manopla, mientras su pecho y piernas del zapatero protegidas por el mandil. Ante sí, su pequeña mesa con el burro para el clavado o asentado del calzado. Aquella estampa y el trato íntimo existente entre el maestro y sus clientes sentados observando las maniobras del maestro mientras arregla el calzado en animada conversación.

Las anécdotas político-sociales vinculadas a esta maestría abundan en este espacio tiempo. Se le reconoce como “sabio”, culto, en algunos lugares reconocido gran lector, combinando pensamiento, observación y conversación con historias leídas y narraciones de los vecinos que aportaron a su imaginario a ideario político y social.

Para muestra un botón. Hablemos del curioso ciudadano Gaillard, zapatero parisien. No sólo creó, diseño y compuso zapatos a diferentes clases sociales (burgueses, proletarios, campesinos, etc.); además fue un furibundo crítico hacia quien defendía a ultranza que el pie se debe adaptar a la prenda. por el contrario, para él sin lugar a duda, el zapato debe amoldarse al pie, sirviendo de protección de la intemperie, brindará sensaciones agradables en su uso y evitará malos genios o actitudes negativas provenientes de la incomodidad de un zapato hecho a medida del quien le fabrica.

De ideas socialista, Gaillard forja e integra en años posteriores a la Federación de Trabajadores de Francia. Destacó en la Revolución Francesa de 1871 por la construcción de barricadas siendo nombrado “director general de las barricadas, al mando de batallón especial de barricadas”; enemigo de su construcción a la buena de dios, cada barricada será una obra de arte para que el ciudadano viera que tras una bella obra hay otra forma de vida, diferente a la existente en esa época. Se admite que tales obras de arte fueron pensadas y diseñadas en términos de guerra moderna. Fue un hábil y decidido luchador social que defendía los oficios ante el inusitado surgimiento de la Revolución Industrial que amenazaba el laburo a cientos y miles de artesanos dejando a sus familias y vecinos en situaciones complejas.

Muchas historias de este personaje presente en todas las épocas, en muchos acontecimientos y en innumerables batallas por el respeto del prójimo. Los conoceremos en otro capítulo.

[1] Extractos de Eric Hobsbawn y Joan W.Scott. «The shoemaker»

 

Fernando Díaz.