En la sureña ciudad de Puerto Varas, a orillas del imponente lago Llanquihue, descansan los restos del que fuera el Vapor “Santa Rosa”. Estos, son testigos vivientes del legado histórico y cultural de la región. En particular, aunque para muchos y muchas turistas parecen un montón de chatarra incomprensible, son una red de memorias y anécdotas que evocan una época marcada por la colonización y los principios del desarrollo turístico de la zona.
El vapor Santa Rosa, construido a principios del siglo XX por la sociedad “Klenner, Niklitschek y Compañía”, es un símbolo emblemático de la historia de la ciudad Turística de Puerto Varas. Su elegante diseño y su capacidad para navegar en las aguas del lago Llanquihue lo convirtieron en una pieza crucial para el desarrollo económico y social de la zona, funcionando inicialmente como medio de transporte de pasajeros y carga entre las diversas localidades que limitan con el lago.
El Santa Rosa recorrió el lago Llanquihue durante 37 años, permitiendo la circulación de productos e impulsando las economías locales. También sirvió como paso para las y los turistas y comerciantes que tenían como destino las tierras trasandinas.
Herencia y memoria
Sin embargo, los avances tecnológicos y la modernización de las infraestructuras de conexión terrestres obligaron al Vapor Santa Rosa a dejar de navegar las gélidas aguas del Llanquihue en 1958. Ahora, sus restos yacen en la arena resistiendo el paso del tiempo, manteniéndose como un recordatorio tangible de la importancia de preservar y conservar la herencia cultural y la memoria del territorio.
Hoy en día, el Vapor Santa Rosa no es solo un monumento histórico de la ciudad, sino también es símbolo de un atractivo turístico a mal traer que las autoridades locales no han sabido aprovechar. Sin duda, estos restos se podrían convertir en una parada obligatoria para quienes visitan la ciudad y una invitación a sumergirse en la rica historia local.