¿Nos ahoga el Cambio Climático?
Jorge Coloma A.
Jorge Coloma A.
Al infierno llega una bestia dedicado a la limpieza étnica en vez de la paz entre culturas. Lucifer se regocija y le ofrece elegir la sala menos tortuosa de este abismo. Pasa por diferentes estaciones que le recuerdan el sufrimiento de sus antepasados. Repentinamente escucha una melodía cadenciosa en una piscina y la elige sin vuelta atrás. Eran miles que murmuraba “no hagan ooolas”, sumergidos en inmundicias que ya les llegaban a las bocas.
Asocio este chiste mejor contado oralmente con comportamientos frente a la emergencia climática que vivimos. A niveles vecinales sorprende que gente, tenga o no tenga educación formal, desperdicien agua, residuos, energía, en fin, contaminando ¡No hay caso! Prima la indolencia, quizás la ignorancia, la evasión de las manifestaciones dramáticas que ya se ven en noticieros nacionales como internacionales y que expresan pérdida de hábitat, calentamiento de mares, incendios, migraciones, en suma, catástrofe ya para nuestras vidas y para las futuras generaciones.
Hay estudios que explican parte de estas conductas. El problema es de tal magnitud que “yo” ya no puedo hacer nada, entonces niego o evado. Por tanto, se recomienda informar mostrando atractivos de buen uso de los bienes que satisfacen nuestras necesidades, como, por ejemplo, sobre los beneficios de la aplicación de las 3 R en el manejo de residuos: reducir, reciclar, reutilizar.
¿Pero quiénes son los responsables de la magnitud de las catástrofe que ya sufren comunidades en el mundo entero? ¿Es la humanidad? ¿Así de general? Como especie se podría aceptar esta generalidad. Sin embargo, como búsqueda de soluciones no sirve. Diluye a nivel tal la responsabilidad de los países de mayores ingresos (son los que más emiten GEI per cápita) que dificulta en parte llegar a una estrategia común y oportuna. Lo fundamental es el poder de ellos en la comunidad internacional representando sus intereses mezquinos e inmediatos.
¿Cuál es la raíz del problema? Si nos remitimos a datos del crecimiento de los gases de efecto invernadero (GEI) vemos su evolución a partir de la revolución industrial del SXIX. El proceso de contaminación es creciente. En la medida del desarrollo de nuevas tecnologías y del consecuente crecimiento de las diversas ramas industriales, se presenta un peak en los años 80 y una tendencia progresiva de la contaminación GEI. Estos coinciden con la imposición internacional del neoliberalismo. Hoy estamos a un nivel de emergencia climática que expresa una crisis global con enormes dificultades para resolverla. La diversidad de intereses en la comunidad internacional, por ejemplo, impide controlar el crecimiento a costa de la naturaleza y de nuestras vidas.
La única posibilidad es el Desarrollo Sostenible que implica una economía circular con un nuevo tipo de crecimiento bajo en carbono a través de tecnologías limpias (energía solar, el uso eficiente del agua priorizando el consumo humano, gestión adecuada de residuos, etc.) además, de la inclusión social, la superación de la pobreza y otras acciones conjuntas que se encuentran en los Acuerdos de Escazú y en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Ambos acuerdos deberían ser internalizados en las políticas de partidos, movimientos, organizaciones sociales y fundamentalmente en la población.
Para aplicar tales concepciones se deberían revisar las coaliciones clasistas del SXX y tender a establecer alianzas pluriclasista que avancen tras una hoja de ruta negociada. Se trata -en estos acuerdos- de una amplia cooperación que tendería a integrar a aquel empresariado que aplica o podría aplicar una economía verde, tecnologías verde, empleos verde. Alianza que implica convenios con universidades, centros tecnológicos y con la cooperación internacional que podría moderar estos procesos y profundizar la aplicación de tales concepciones.
Sin embargo, más allá de ello, es necesario entender que la emergencia climática es propia de un sistema que tiene sus orígenes en el capitalismo y que se agudiza con el neoliberalismo. Las experiencias llamadas socialistas, hoy dispersas y sin objetivos comunes, tampoco pueden basarse en experiencias que han priorizado la “lucha del hombre para dominar la naturaleza” para, por último, ganarse los mercados internacionales (¿es China socialista?). Puede ser falta de información del autor, pero no veo una propuesta socialista, de un sistema socialista para resolver la crisis climática. En nuestro medio, en nuestras relaciones, el cambio climático se subordina, como en las encuestas nacionales, relegándolo a otras prioridades. Estamos ajenos al problema climático por tender a dar respuestas inmediatas y no estratégicas a los desafíos cotidianos de la cosa pública.
Mientras logremos sensibilizarnos sobre una necesaria estrategia, deberíamos ir potenciando un cambio en el modo de pensar y hacer política para alimentar esa estrategia. Se debería tender a superar el pragmatismo (inmediatismo y activismo) interiorizado en la población y específicamente en la diversidad socialista presa de las formaciones profesionales bajo una concepción neoliberal. Deberíamos tender a formarnos hacia una comprensión de la crisis climática como propia de un sistema complejo donde los factores están interconectados, que interactúan entre sí. De esta comprensión surge el desafío de acordar unitariamente una estrategia de fuerzas socialistas y progresistas que permitan cambiar las tendencias de acumulación capitalista definiendo estrategias de adaptación estructural a nivel local para cambiar globalmente el sistema imperante.
Por ahora urgen alianzas pluriclasista con intervención de la mayor cantidad de organizaciones, instituciones tras un acuerdo común. Si no, no tendremos salidas a las altas temperaturas que se nos vienen encima, a los incendios que nos destruyen bosques, casas, a los temporales y otros fenómenos climáticos que producen ya tragedias a nivel mundial. En suma, si no reaccionamos nos ahogaremos sin ser como el criminal que llega al infierno, sino por no entender que el cambio climático se nos vino encima, hasta la puerta de nuestras casas.
Jorge Coloma A.
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