[OPINIÓN] Alimentación escolar: otro modelo intocable. Por Carolina Pizarro
Por Carolina Pizarro
La Alimentación Escolar en Chile, que se entrega en más de 12.000 establecimientos de educación Parvularia, Básica y Media, pareciera haber dejado de ser noticia. Ese hecho, que podría ser positivo, oculta los desafíos y problemas no superados. Bastará que ocasionen algún problema digno de matinales para volver a sorprendernos y, con ello, volver a cuestionar a la institucionalidad que lo sustenta, la Junaeb.
Por desgracia el gobierno parece no haber apostado por transformaciones estructurales en lo que respecta al Programa de Alimentación Escolar (PAE) y Parvularia (PAP), sino que se ha conformado con intentar pequeños cambios dentro de un modelo que “no se toca”. El Programa (PAE-PAP) mueve uno de los presupuestos de transferencia a terceros más grandes del país.
En los últimos 5 años, múltiples cuestionamientos llenaron la prensa y las preocupaciones de estudiantes, trabajadorxs y apoderadxs. Fueron noticia las auditorías que develaban serios incumplimientos y hasta presencia de fecas de ratones en las bodegas de almacenamiento de alimentos. Parlamentarios de todos los colores se escandalizaron con los hallazgos y la imposibilidad de control y fiscalización efectiva de parte de Junaeb, dada la escasa dotación disponible. Se formó una comisión investigadora y se hicieron recomendaciones; luego vino la pandemia, la distribución de cajas con mercadería y surgieron nuevas dificultades y demandas.
Cuestionamientos a los intereses tras el programa, maximización de las ganancias a costa de la calidad de los alimentos, lucro en un programa dependiente de educación, discrecionalidad de las autoridades de turno, alimentación como beneficio y, finalmente, el negocio de la alimentación y la fragilidad institucional ante las presiones del mundo privado que alberga.
A estas alturas parece que este gobierno optó por limitarse a pequeños cambios en los procesos de licitación, que pueden ser positivos, pero que no atacan el espíritu privatizador que se ha impuesto. Con algunos guiños a la producción local y a la participación de las comunidades educativas, el modelo queda prácticamente intacto y las posibilidades de control siguen siendo mínimas.
Durante este año, Junaeb, junto a FAO, ha estado trabajando en un proyecto de Ley de Alimentación Escolar que ha declarado que impulsará la alimentación con pertinencia cultural, las compras a pequeños productores, la incorporación al proceso educativo, y la participación a través de instancias a nivel de establecimiento e interministeriales. Sin embargo, existen riesgos que no deben ignorarse, y preguntas que no se pueden soslayar. El nuevo rayado de cancha puede reforzar el modelo privatizador, sin cuestionamientos ni innovaciones en torno al tipo de actor (principal) que participa en la provisión de la alimentación, quedando el pequeño productor relegado a un rol decorativo ante la grotesca concentración que se ha favorecido a través de distintos grupos económicos..
Además, al ser una propuesta nacida desde la colaboración de FAO y Junaeb, esta puede tener un carácter eminentemente técnico, pues, pese a procesos de consulta, la propuesta se construyó por un equipo de “expertos”, pudiendo mantener sesgos sobre el sentido de la alimentación, sin abordarla desde la integralidad biopsicosocial. Resulta relevante volver a poner foco en los sentidos del mismo en la actualidad, pues la alimentación no sólo es ingesta de alimentos (saludables y nutritivos), sino también un acto social, un espacio de aprendizaje de convivencia escolar, además de una contribución a la conciliación trabajo- familia como ente corresponsable de la alimentación de las infancias y adolescencias.
Es urgente entonces, volver a escandalizarse ante la mantención del modelo de alimentación escolar, convocando a la diversidad de actores incumbentes para contribuir a que este cambio normativo permita superarlo, para que la alimentación escolar y parvularia sea una herramienta democratizadora que realmente apueste por la producción local, la soberanía alimentaria, reforzando el sentido público de su existencia.
Carolina Pizarro Donoso
Trabajadora Social y Funcionaria Junaeb
Consejera Nacional CUT- Directora Nacional ANEF
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