[Crítica literaria] Chamanes eléctricos en la fiesta del sol: una lectura lisérgica. Por Pepa Durán

Chamanes eléctricos en la fiesta del sol.

     Chamanes con guitarras eléctricas. 

                    Danza del sol y los chagras.

           Viajes de peyote, LSD y soroche. 

                               El mes del Inti Raymi.

                                            Y mucho más.

Esto es Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, el último libro de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda, una lectura verdaderamente excéntrica, una experiencia lisérgica, alucinógena, un viaje épico, bucólico, lleno de poesía y deidades, un libro nuclearmente telúrico, identitario y dionisíaco. 

Loco, loquísimo. 

Mónica Ojeda ha publicado cuatro novelas, varios cuentos y bastante poesía. Ha recibido increíbles elogios, muchos premios, ha sido destacada entre los veinticinco mejores escritores jóvenes en español y la crítica la ha enmarcado en el llamado “nuevo gótico latinoamericano”. Ojeda es un increíble descubrimiento; no por nada Samanta Schweblin declara que la lee con miedo y fascinación: “Como si leyera un conjuro, como si mordiera carne temiendo encontrar dentro algo filoso”. 

Ruido solar

Y esta historia trata sobre un grupo de jóvenes reunidos en la fiesta “Ruido Solar”, un macro festival popular andino retrofuturista a los pies de un volcán. Ocho días bajo la fuerza de la naturaleza y sus convulsiones volcánicas, en un universo de meteoritos, cosmos, música, alucinaciones y locura, y donde se experimentan una serie de eventos extraños y perturbadores, especialmente provocados por las condiciones de psicoactividad mental de sus personajes e inducidos por ese estado de trance psicotrópico que empuja las (in)consciencias.

Las búsquedas narrativas

En un sentido, este texto tiene una búsqueda narrativa: uno de sus personajes ha viajado allí con la finalidad de encontrar a su padre, quien le abandonó cuando era pequeña y habita hace años los bosques altos, un territorio donde se ocultan los desaparecidos, esos otros que alguna vez ascendieron al Ruido Solar y nunca retornaron. Y es el mismo padre el que habla porque, al igual que todos los personajes, tiene voz propia; una interesante narrativa múltiple, una pluralidad de voces que complejiza el relato y te permite conocer las conciencias e inconsciencias de todos los individuos de la historia.

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Pero hay otra u otras búsquedas que están más al interior de lo narrable: escapar, conectarse con lo desconocido, experimentar, enloquecer, viajar, volar, atraparse en torbellinos de colores y sonidos, perderse en el laberinto de las percepciones, encontrarse, pensarse, reflexionarse. En la mayor parte del relato los límites entre la realidad y la imaginación se borran y el caos, el exceso e incluso la violencia y el miedo se apoderan de la atmósfera. Mónica Ojeda construye sus personajes desde la psique y la espiritualidad, en un relato íntimo tan poético como inquietante e incluso aterrador y disociativo.

Lo más increíble de la lectura es la utilización del lenguaje, un deleite para la lingüística, para los emblemas colectivos y para el alma; poesía pura, pura fabulación. Por un lado, la escritura, esa trascendencia, ese goce que desmembra, fragmenta para llevar a escena una forma articuladamente alocada. En su contrapartida, el lenguaje, ese desconocido que dice Kristeva, que pulula en el texto tirando de las palabras, jugando el juego de la exploración y la conquista, referenciando. Es el horizonte de la letra atravesando la verticalidad del estilo, así al menos lo entendía Barthes. 

Magníficamente demencial

Leer este libro es una verdadera experiencia y escribirlo habrá sido, sin duda, una práctica increíblemente mística. Personalmente no conocía a Mónica Ojeda, pero creo que su escritura tiene cuerpo, en cierto modo es genealógica, se juega una concepción poética exquisita, evocadora, con una dimensión imaginaria imponente y dicotómica. Y en su búsqueda existe una doble filiación: una identificación individual que le otorga voz y una colectiva que la cohesiona a nuestro continente y que nos remolca junto a ella por este cósmico universo de chamanes rasgueando guitarras eléctricas en la fiesta del sol. 

Magníficamente demencial. 

Comparto absolutamente que sea considerada un soplo de aire fresco sacudiendo la literatura latinoamericana.

Por Pepa Durán, de @aqui.se.lee.

Magister en Lengua y Literatura Hispánica, Universidad de Valencia.

Magister en Educación, Universidad Católica de Chile.