[Crítica literaria] Sexografías: sujetos que circulan por la frontera. Por Pepa Durán

Sexografías de Gabriela Wiener.

El prólogo de este libro está escrito por Camila Sosa Villada, escritora, actriz y dramaturga transgénero argentina. Ya con leerla te queda más o menos claro hacia dónde va la cosa y qué nivel de crónica estamos hablando, especialmente cuando afirma que mientras lee tiene presente a Leila Guerriero, Joan Didion y Truman Capote: “Como si junto a Gabriela formaran un club secreto de cronistas superioras”.

Porque eso es lo que te pasa al leer Sexografías. Pasa que Wiener escribe extraordinariamente, que esa comparación da en el mismísimo clavo: son crónicas magníficas, que no esconden nada, que no andan por la superficie, avanzan ruidosamente, provocan, estimulan, desafían. Son relatos delirantes, publicados por primera vez hace más de quince años en un libro reeditado con algunas correcciones y nuevos textos que siguen la línea en su materialidad. No cualquiera puede sentarse a leerlo (menos a escribirlo), pero le vienen increíblemente bien al mundo actual, parecen tan atemporales, especialmente por lo que suscitan en tu mente y en tu cuerpo. 

Escribir desde la exclusión

Este libro abre nada más y nada menos que con la historia de Ricardo Badani, conocido en Chile en los años noventa como “el gurú del sexo”, uno de los polígamos más famosos de Latinoamérica. Detenido en un operativo policial en una parcela cerca de Santiago fue acusado de liderar una secta y abusar de sus seis mujeres, todas desnudadas y maltratadas en el momento del despliegue policial. Ninguna de las acusaciones se pudo comprobar. 

Para escribir esta historia Wiener no sólo visitó su casa en Lima, sino que se hizo parte de la experiencia que es estar en un espacio con esas definiciones y así fue para los dieciocho relatos que componen el libro. De hecho, en “Adiós, ovocito, adiós” relata la historia de mujeres migrantes que donan óvulos y ella misma se entrega a la experiencia de la donación. Wiener declara haber escrito desde un lugar, desde una identidad: “Desde mi lugar, siendo una mujer con ascendencia andina, de tez marrón, no normativamente bella, bisexual, y yo creo que eso sigue escandalizando. Escribí básicamente desde un lugar de exclusión del mundo de la belleza, de la sexualidad, del mercado de los cuerpos”.

Desde ese lugar Wiener es consciente del golpe de efecto que estos textos conllevan. Aquí ocurren cosas locas, loquísimas, lees textos graciosos, tristes, sexuales o irónicos como todo lo que ella escribe; lees felicidad, libertad, locura, violencia y decadencia; lees también toda esa realidad que envuelve los mundos por los que callejea: las asperezas de la vida cotidiana, la noche, las desigualdades, la disidencia, las injusticias, la pobreza y un gran etc. Aquí lees esa pluma crítica y mordaz que la caracteriza y que hace que la idolatres, aunque me imagino que también hay quienes la desprecian, la censuran, la clausuran.

Porque Wiener es incendiaria.

Hablar desde la transgresión

Personalmente no había leído nada de su crónica, solamente su narrativa que ya es impresionante. Como cronista es igual, un relato corto es tan soberbio como uno más extenso y, claro, todos son personajes “auténticos”, individuos que de alguna u otra manera han pululado en su vida o se han alojado en su psique, y que son narrados desde la trinchera, no desde fuera

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Estas son historias sexuales, sensuales, pero sobre todo son historias desmitificadoras, que dicen el cuerpo y las formas de relacionarse con él. Hablan desde la transgresión, desde eso que transita por la saliente, personajes que circulan por las fronteras: polígamos, actores porno, trans, migrantes, swinger, presos, prostitutas. Lo que estas historias hacen es que veas tu grafía: tus tabúes, tus prejuicios, tus miedos, tus trancas y, en fin, son una especie de espejos convexos, que divergen y te devuelven una imagen desvirtuada de ti mismo. 

Wiener es brillante, arranca la costra y deja la herida abierta, relata lo indecible y transporta a todos estos sujetos hacia el límite de su disposición narrativa. Y sabe bien cómo apostillar sus historias, darle esa riqueza pícara y mordaz de la autoficción. El yo en su expresión total, sin tapujos, sin rodeos, sin reservarse nada; esa relación entre el sujeto y el lenguaje, ese eterno intento de articular lo subjetivo a través de la escritura.

Había dejado de leer a Wiener justamente por ese deseo narciso de auto narrarse una y otra vez. Después de leer Atusparia la busqué hasta en mis sueños y llegué a esto: Sexografías, narraciones perfectas para sentarse a leer en la playa, ojalá bajo un gran y rojo quitasol. 

Portada Sexografías:

Por Pepa Durán, de @aqui.se.lee.

Magister en Lengua y Literatura Hispánica, Universidad de Valencia.

Magister en Educación, Universidad Católica de Chile.