[Reseña literaria] Joan Didion y la potencia reparadora de la escritura. Por Pepa Durán

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Las noches azules son un lapso de tiempo en que los crepúsculos se vuelven largos y azules. Es esa fase declinante del día que precede su final; hay un momento de tiempo en que ese azulado es intenso, cuando se acerca el solsticio de verano y los días posteriores, apenas durante unas semanas y en algunas latitudes. Y cuando se acercan a su fin, el día se va acortando y finalmente el verano se va. Para Joan Didion las noches azules son lo contrario de la muerte de la luz, pero al mismo tiempo son su premonición. En cierto modo esa luz azul que iba desapareciendo fue un presagio para ella. 

Tanto El año del pensamiento mágico –la más leída de todas las novelas de Didion– como Noches azules son composiciones del alma de su autora, textos que relatan la experiencia de un doble duelo, un dolor consecutivo, una batalla que se despliega en la espesa propiedad del lenguaje. Primero, la muerte de su esposo (el también escritor John Gregory Dunne) ocurrida un treinta de diciembre durante las preparaciones para la cena de Año Nuevo. En ese mismo momento su única hija, Quintana, llevaba cinco noches inconsciente en una unidad de cuidados intensivos, por lo que había parecido una simple gripe estacional que se había agravado hasta convertirse en una neumonía, progresado a un choque séptico y luego derivado a otras cuestiones más severas. 

La escritura del duelo

Didion comenzó a escribir El año del pensamiento mágico, más o menos, nueve meses después de la muerte de Dunne, cuando probablemente ya estaba reconciliándose con la realidad de la ausencia. Aquí cuenta cómo, sentado a la mesa donde se disponían a cenar en su departamento en Nueva York, su esposo cayó muerto repentinamente a causa de un infarto masivo. En los meses posteriores su hija logra recuperarse y juntas entierran las cenizas que Didion había custodiado paciente; sin embargo, al poco andar, Quintana recidiva. Dos años después del fallecimiento de su padre, Quintana muere a los treinta y nueve años de edad. 

Noches azules, publicado muchos después, es el intento de preservar esa existencia para que el recuerdo no cese, es el relato de una vida que se suspende, pero que la escritura captura, recupera y preserva, la salva del extravío y la fuga. En ambos textos Joan Didion traza lo acontecido, lo que estas pérdidas representaron en su vida y lo que los duelos simbolizan en la vida de las personas: “Durante ese periodo indeterminado que denominamos duelo, es como si estuviéramos en un submarino, en silencio sobre el lecho oceánico, sintiendo las cargas de profundidad, a veces cercanas y a veces lejanas, que nos azotan con recuerdos”. La escritura del duelo empuja a la experiencia de la memoria en tanto desnuda las posibilidades de la palabra que, sobre todo en estas páginas, son infinitas.

Construir subsistencia

Los libros sacuden existencias, en este caso, leídos uno detrás de otro, construyen subsistencia. El gatillo de estos textos es esa potencia reparadora de la escritura, escribir abre un espacio a lo próximo, al advenimiento de una vida sin ese otro que te comparte sentido. En estas historias se habla de otros y, más aún, de una hija, alguien que te da completud. Leer estos relatos convoca una subjetividad que, aunque inmaterial, atrapas en la calidez de la lectura; en momentos te alcanza su pena, te desgarra, te empuja a sentir la angustia del duelo, porque el duelo es el dolor absoluto, lo has sentido, lo sientes, lo rememoras. En otros fragmentos reposas, expulsas, conjuras.

Escribir es escribirse y Joan Didion lo hace aquí sin crepitar, contemporiza la dureza de la realidad para que no detengas la lectura, para que la escritura nunca se congele, aunque punce. Este es un retrato fiero, son narraciones tristes, pero también son historias de vida, del paso del tiempo, de compañía y soledad, del destino. Son cuerpos textuales que te invitan al coraje literario, a exhalar el estupor y a enfrentarte con todo al único tránsito que no tiene excepción y que simplemente nos asemeja a todos en humanidad. 

Puedes escabullirte de la vida, pero no de la letra. La escritura te fija, te graba, te vuelve imperecedero. Estos libros son un hermoso tesoro que hay que inspirar. 

Joan Didion

Por Pepa Durán, de @aqui.se.lee

Magister en Lengua y Literatura Hispánica, Universidad de Valencia.

Magister en Educación, Universidad Católica de Chile.