El sueño de los pianos propios de Vane Arrebol

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Vanessa Álvarez Gudenschwager (33) dice que tenía unos cuatro años cuando su padre le regaló su primer teclado de juguete. La música no era indiferente en su hogar. Su papá, que vivió y cantó en Argentina hasta enterarse de que Vanessa nacería, entonaba canciones de cuna. Y casi como una condición genética, Vanessa empezó a tocar su teclado y emitir melodías. Pasaron solo dos años para que le renovaran su instrumento y comenzara a tomar clases de piano. Ese podría ser considerado el comienzo de Vane Arrebol, su nombre artístico.

Esto ocurría en Puerto Varas, donde vivía con sus padres. Ingresó a la Academia de Música de la comuna lacustre. Sin embargo, no era suficiente. El talento de Vanessa requirió que fuera perfeccionado con clases particulares del instrumento en paralelo. Su maestro fue el reconocido pianista Emilio Luppi, con quien aprendió durante más de una década. Hoy, Álvarez es maestra de piano, además de pianista y cantautora.

«Increíble maestro, por él yo creo que decidí el camino de enseñar piano. Porque es divertido y trabajas con el cerebro de la otra persona. Entras a su mente, a las limitaciones, porque en las manos está toda la información, en todos los dedos. Este profe no solo me enseñaba música clásica, sino que me decía ‘ya, ahora elijo yo, después eliges tú’. Y yo siempre le pedía, no sé, la más rápida de Chopin y la sacaba. Y después le tocaba a él y me pasaba una obra de Bolivia para piano. De música del altiplano. Él me sembró esa apertura en la mente, de que la música no solamente es Europa», confiesa Vane Arrebol.

Contrabajo

Y entre partituras desafiantes y novedades de su maestro comenzó a tocar canciones con tintes folclóricos en el piano. «Yo le pedía otra de Chopin, más rápida todavía y después me pasaba ‘El Cóndor Pasa’, o música de folclore argentino. Y así, entre eso, me apareció la música de Chilota. Él me mostró música de Chiloé para piano. ¡Oh, qué lindo! Imagínate, esta música es la música que se toca aquí, en tu tierra, aquí. En Puerto Varas también hay Chilotes», relata.

Pese a que reconoce a Puerto Varas como una ciudad muy buena para la infancia en la música, asume que esto tiene un techo. «Después uno tiene que abrir las alas porque como que tiene un tope. Seguí creciendo, seguí tocando el piano y después me metí en la Orquesta Filarmónica de Puerto Varas», narra. Allí se dedicó a aprender y a tocar el contrabajo. ·Eso fue en la adolescencia, porque el piano es muy solitario. Necesitaba compartir con otros. La orquesta es puro compartir todo el rato, vas de gira. Así que ahí estuve tocando como tres años contrabajo», recuerda.

Sin embargo, tocar ambos instrumentos no era una opción para Vanessa y tuvo que tomar una decisión. «Tuve que elegir entre el piano y el contrabajo, porque el contrabajo es muy pesado. Tienes que cargarlo, la espalda se daña, las manos también, por toda la fuerza que tienes que aplicar. Entonces seguí en el piano. Pero el piano es un instrumento muy caro y yo venía de una familia de esfuerzo y costó mucho comprarme mi primer teclado. Tuve que vender ese, comprar otro y hasta ahí llegué. Luego recibí ayuda externa, un doctor me regaló mi tercer piano. Era un kawai, tenía todas las teclas, pero era eléctrico», asegura.

Más decisiones

Ya en 2010, con varios años dedicados a la música, Vanessa aún no era Vane Arrebol. Tampoco sabía que el piano iba a ser su profesión. Por presiones familiares, dice, se convenció que de la música no iba a vivir. «Me fui a estudiar Pedagogía en Castellano a la ULA en Osorno. Y en la U caché que igual soy bien enérgica. Me gusta andar haciendo proyectos y cosas. Y me metí en cosas y descubrí una sala que tenía un piano de cola. Olvídate, no lo solté de nuevo», afirma.

Vanessa empezó a ir cada vez menos a clases por ir a tocar ese piano. «Después me metí al coro y a la academia y llegó un paro gigante (2011). Justo me llamaron para hacer clases en el Colegio Artístico Santa Cecilia. Y fue mi primera experiencia como profe de piano, porque se supo que yo estaba ahí (ULagos) y tocaba. Ellos le dan la oportunidad a jóvenes de poder entregar lo que saben, así que, empecé ese camino. No estaba progresando en castellano y el paro nunca más se levantó. Así que me cambié de castellano a música en Puerto Montt, en la misma universidad», agrega.

Entretanto, Vanessa fue mamá. «Conocí al papá de mi hija acá (Osorno) en otra orquesta. Igual es músico. Y ahí la vida como que cambió toda. Ese año también empecé a crear, a componer. Y, no sé, la música como que me agarró y me dijo, ‘oye, te fuiste, no te vayas, quédate’. Sin embargo, abandonó la nueva carrera en cuarto año. «Me estaba enfermando psicológicamente. Pasaron cosas adentro de la universidad con algunos profesores. Y también que no le podía dar tiempo a mi hija. Fue como un sobre esfuerzo emocional», revela.

Cantautora

Desde niña que Vanessa, además de estudiar piano, comenzó a tomar clases de canto. «Porque sentí esa necesidad de explorar instrumentos que uno tiene en su cuerpo. Me daban ganas de cantar y mi papá cantaba también. Y de ahí no paré de cantar. Trabajé cantando en el casino de Puerto Varas. Cantaba muy chiquitita, en los restaurantes. Y pagaban bien. Partí cantando bossa nova, jazz y esas cosas. Entonces en el año que decidí componer, salieron todas las cosas. Todo lo que había aprendido se fusionó», cuenta.

Así nacieron sus dos primeras canciones, compuestas para piano. «La tercera fue para piano y voz. Y de a poquito se fue construyendo. Mi ser tenía que ver con el piano y esa era mi primera expresión de creatividad. Y me encantó. Fue como el placer de poder cantar y acompañarte con tu propio piano y no necesitar de nadie más. Es como una autonomía», rememora.

En 2014, mientras trabajaba como profesora de piano en el Colegio Santa Cecilia, Vanessa se transformó en Vane Arrebol. «Fue muy místico. Yo de repente tengo esa apertura, me gusta mucho la primavera. Y fue el 21 de septiembre de ese año en que nació esta canción para piano y voz. Ese día justo empezó la primavera y Osorno tiene unos cielos muy bacanes. Había un rosado hermoso en el cielo ese día. Como estudié castellano me recordaba a las poesías de arrebol. Y ese día me empecé a llamar Vane Arrebol. Todos los años celebro ese cumpleaños», precisa.

El mensaje en las palabras

Decidir avanzar en aquel proyecto de autoría fue clave para todo lo que vino después. «Fue convertirme en alguien que dice algo, porque, la verdad, si tú enfocas la música para piano, es solitaria. Y quizá el mensaje no le llegue a todo el mundo. La gente escucha, igual hay un mensaje sin palabras, pero ya cuando entra la palabra, es distinto. Ahí dije, sí, yo quiero decir algo. Como que quiero dejar una huella en el mundo. No tengo idea qué es, lo he ido descubriendo», declara sobre el sentido de Vane Arrebol.

Y añade que «me gusta un poco la esperanza, que la gente pueda sentirse un poco mejor. Una de las cosas que más me gusta es que el invierno es súper largo. Allá en Puerto Montt es un invierno de mierda. Largo, oscuro, gris. Y como estar en mitad de junio, julio, por ahí y decir ya viene el sol. De verdad, todo va a estar bien. Ese es como el mensaje general de Vane Arrebol. La esperanza, la primavera llena de flores y alegría».

Vanessa complementa que de sus antepasados europeos siente esa conexión con el cantar al sol, a las flores y a la alegría. «También siendo de nuestro territorio que habitamos acá, es necesario cantarle a la primavera. Para poder subsistir», reflexiona.

El dolor de ser pianista en el sur

Vane Arrebol escribió una vez en su cuenta de Instagram que ser pianista en el sur implica un dolor interno. «Ese dolor es básicamente no tener un piano. El piano es un instrumento elitista en general. Siempre tienen pianos las personas que pueden tener piano. Y no son todas las personas, en todos los países. Acá generalmente en el sur de Chile hay muchos pianos en casa. De repente pianos que se ocupan de muebles», explica.

Venir de una familia que siempre le ha costado en cuanto a recursos económicos pesó en su historia musical, dice. «No teníamos para pagar arriendo. Hemos vivido en una iglesia, hemos quedado sin casa.  Entonces fue bien difícil acceder al instrumento para mí. Yo sé que hay otras personas que igual lo viven, pero prefieren callarlo. Hubo un tiempo de crisis económica demasiado fuerte, que fue cuando mi papá tuvo un restaurante, y nosotros quedamos en la calle porque lo perdió. Perdió la casa, todo. Yo tuve que dejar el teclado y vendérselo a un profesor. Él me compró el piano y me pasó 300 lucas y con eso viví. Pero quedé sin instrumento», relata.

La pianista cree que, tal como le ocurrió a ella en Puerto Montt, deberían haber espacios que cuenten con pianos para quienes tocan el instrumento. «El pianista tiene que practicar ojalá todos los días. Yo tuve en Puerto Montt ese espacio. Por eso amo mucho a Puerto Montt. Cuando recién llegué, fue Casa Pauly donde tenía un piano. Hice clases ahí y pude tocar. Después, Balmaceda Arte Joven también me presta el piano. Todavía. Cuando yo llamo me prestan el piano de inmediato. El Teatro Diego Rivera con su piano bacán también. Es el mejor piano que hay en el sur», indica.

La banda

Como explicaba Vanessa, el piano es un instrumento solitario, pero Vane Arrebol incluye una banda también. Algo que comenzó «de a poco. Yo soy solitaria y me gusta tocar sola. Pero de repente conocí a otro solitario que es un amigo pianista también. Es colega, profe de piano y creador, se llama Darío Burgos. Con él empezamos a hacer música nueva. Después se sumó otro percusionista que se llama Patricio Cano. De repente yo tocaba acordeón. Darío piano o guitarra que nos turnábamos. Y el percusionista siempre ahí tocando. Después se sumaron dos más. Hicimos una banda con la que lancé el primer disco ‘Ventana al sur’«.

La artista relata que con esa formación «tuvimos una gira a Punta Arenas. Que fue lo más lejos que fuimos. Y la banda se disolvió. Pero siempre quedamos los tres de base. Luego estuvo la Constanza Pérez, una flautista magnífica y Mauricio. Después de eso me cabreé y seguí sola, con los otros dos músicos. Luego se empezaron a sumar solas más personas. Llegó un guitarrista, Esteban Rivera que trajo un bajista que se llama Alain Adams. Y después se sumó Camilo Matamala. Ahora somos seis. Siempre se fue dando muy solo, muy natural. Hemos tocado un montón de lados en cerca de tres años».

Con la formación actual, llamada Vane Arrebol & Los Pájaros de Fuego, está en proceso de grabación de su próximo disco. Este será un concepto distinto al primero. «Es súper experimental el disco (Ventana al sur). De hecho tiene un concepto muy distinto que es el collage. Son grabaciones de cada lugar distinto. No hay nada que suene igual. Entonces no todo fue con banda tampoco. Había una que toqué sola, para piano solo. Es todo un viaje el disco. Yo dije que primero quería mostrar quién soy yo en estado puro y que nadie se meta. Y el segundo quiero que sea ya más ordenado, en un estudio profesional», admite.

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Vane Arrebol y Los Pájaros de Fuego

Vane Arrebol y Los Pájaros de Fuego

Solo vivo a veces

Actualmente, Vane Arrebol & Los Pájaros de Fuego están empeñados en terminar de grabar el primer sencillo del disco que viene. «Se llama ‘Solo vivo a veces’ y estamos grabándolo en Puerto Varas, en el estudio Sound Pro. Yo espero que esté listo pronto, al menos la base, después va a pasar a manos de la mezcla y después del máster. Pero vamos de una cancioncita por ahora, porque yo tenía una idea y mis ideas de repente son gigantes. Pero llegué a tal punto que dije ‘una canción’, por mientras y fue la mejor decisión, porque no es tanto estrés», señala.

La idea, según cuenta, es hacer sonar y difundir ‘Solo vivo a veces’ por mucho tiempo y dedicándole toda la energía. También proyecta giras para su promoción, dependiendo de los resultados de la difusión en plataformas digitales. Luego, espera grabar otra canción par su próximo trabajo discográfico. Por ahora, dice, ‘Solo vivo a veces’ «no entra en ningún concepto de lo que tengo en la cabeza». Y es que en ella hay conexiones entre islas y sus musicalidades que quiere explorar y «plasmar de alguna forma. Como vincular la música chilota y la de Rapa Nui».

En el contexto de su actual banda, expone, «de alguna manera, la mezcla de todos estos personajes quedó  rockera. Sacan el folclore un poco para el rock. Entonces esta canción que viene ahora es como media rockera incluso. Con estas personas que están trabajando ahora tampoco estamos casados. Mi proyección igual es como irme un poco de Chile. La mayoría de ellos tienen trabajo de estable. son papás. No se van a mover conmigo a Europa a explorar. Yo también soy mamá, pero con mi hijita tenemos un lazo que funciona con una red de apoyo también».

Hitos

Hay un momento en la vida de Vanessa (2016) en que perdió todo lo material, pero, asegura, ganó mucho más. «Uno de los más bonitos fue cuando perdí todo, quedé en la calle. Mi vida pasó de la comodidad a habitar la calle y compartir con gente de la calle en Puerto Montt. Conocer esa ciudad, que es súper intensa, me transformó. Lo digo musicalmente hablando, porque en el fondo yo decidí seguir tocando. No ir a trabajar en cualquier lado. Mi hijita se vino a Osorno. Yo perdí contacto con ella, fue horrible. Llegué como a lo máximo. Pero a la vez me acerqué más a la música, todavía», confiesa.

Tuvo que intensificar el tocar en bares de Puerto Montt «para poder ganar el almuerzo. Y nos iba re bien. Tenía un dúo con guitarra y charango. Ese hito lo destaco porque fue cuando dije ‘bueno, voy en serio’. Ahí dije, ‘bueno, no importa, puedo quedar sin nada, pero quiero seguir tocando’. Si no hubiera pasado eso, quizás siempre hubiera tenido la música como un hobby. Fue para mi cumpleaños, y sin mi hijita. Fue duro. Pero la música siempre estuvo ahí»

Otro momento trascendental en su vida ocurrió hace pocos meses. «Escuché al grupo Amankay de Patricio Wang acá en Osorno, en el teatro. Y es mi grupo favorito. Fue el mejor concierto que he escuchado en toda mi vida. Me gusta mucho escuchar también, no es como que me guste solo tocar. Soy melómana. Un poco lenta sí, porque como que me quedo pegada con artistas. No es como que pueda escuchar hartas cosas. Amankay me marcó mucho hace poco. Dije, ‘ay, quiero ir a Europa’. Por eso ha sido bonito igual», apunta Vane Arrebol.

Claudio Parra

Pero si de hitos se trata, hay uno que Vane Arrebol recuerda con particular cariño. Cuando entró a estudiar a la universidad (2010), estaba más ligada al jazz y al bossa nova. Pero salió de allí cuando escuchó a Los Jaivas. «Fue demasiado potente conocerlos desde el piano. Yo decía ‘oye, hay un piano chileno que es Claudio Parra y nadie habla de eso. Lo he estudiado mucho, por años. Entonces hice un trabajo personal que duró diez años y lo plasmé en un video de la poderosa muerte de Los Jaivas», revela.

«Es uno de los temas que tiene más potente de un piano. Y le fue bacán al video. Metí a todos Los Jaivas dentro del piano. No me centré solo en Claudio Parra», menciona. Incluso llegó a conocer a Parra en Puerto Montt cuando ella junto a una banda femenina actuaron como teloneras de Los Jaivas. Se sacó fotos en el camarín, pero no fue hasta horas más tarde que lo encontró cenando en un local que pudo intercambiar palabras. Allí recibió sus consejos del pianista.

«Claudio Parra tiene un estilo de tocar piano sobre el rock y poder escucharse. Entonces, no es como que él toque suavecito, como acostumbran los pianistas, sino que para subir sobre la guitarra eléctrica tuvo que hacer las octavas. Entonces, ya, las octavas bacán, yo las manejo bien, pero no las cuartas. Las cuartas son como ese sonido medio altiplánico, chino, que ellos sacaron del norte. Todas las cuartas que él hace las toca con la muñeca alta. Y eso traté de hacer, pero también influye el tamaño de la mano. Él tiene una tremendísima mano. Y yo, también grande, pero no de ese nivel», explica.

 

El piano propio

Como lo menciono anteriormente, Vane Arrebol necesita un piano para ensayar. «Tengo mi tecladito regalón que lo puedo transportar a todos lados y que me sirve para practicar. Pero yo siempre tengo que estar practicando en uno de más peso. Porque si no se me va el peso y me vuelvo chango. Porque igual es como un deporte en que hay que entrenar. Así que por ahora tengo que ir a Puerto Montt a tocar nomás.

Por eso espera tener algún día un piano, aunque «siento que primero tengo que tener una casa. Porque si ando arrendando no puedo andar moviendo un piano. Es otro tema igual, porque te pide establecerte. No tienes que tener solo millones para tu casa. Este tema tiene que hablarse en el mundo, porque necesitamos casas aún. O sea, cómo un músico se compra su propia casa. No es tan fácil. Por ahora estoy con mi teclado movible no más y pidiendo la colaboración de espacios culturales. Uno le va a hacer un bien nomás».

«Tengo como un proyecto de fundación a futuro que pueda hacer que los pianos lleguen a las personas. Cuando ya llegue como a mi periodo cúlmine de adultez, tener mi estabilidad, poder generar algo que ayude a los otros. Que nadie más sienta que por ser pobre no puedes tocar piano. No puede seguir esa ignorancia», recalca.

Piano libre

Para Vanessa, hay un consejo fundamental para quienes quieran dedicar su vida al piano, tal como Vane Arrebol. «Tomen clases con un profesor que tenga piano y pueda darles el acceso a ensayar, que se preparen bien. Porque si no te desgastas caleta emocionalmente. Si quieres quedarte acá, insistir, insistir, insistir. O puedes probar en otro lado. Yo tengo la misión de cambiar algunas cosas y ojalá deje esa huella acá, porque tengo a mi hija acá y yo no me voy a mover de acá tan fácilmente. O sea, cada vez que vaya voy a tener que regresar», señala. Una de sus ideas es irse a Argentina o Alemania a certificarse como profesora del instrumento.

«Si te vas, tener un hijo allá, o bien abstente todavía de ser mamá o cualquier cosa. Ensaya para ser mejor, siéntete feliz y conforme con lo que haces. Eso me ha ayudado a mí por lo menos en este camino pedregoso que es el piano chileno, el piano libre. Ahora estoy viendo frutos solo por sentirme feliz con lo que hago. Tengo un repertorio bacán, lindo, precioso, que donde vaya en el mundo va a sonar bien y la gente lo va a comprender, incluso más allá del idioma. Así que espero que pasen cosas buenas a futuro», dice con esperanza.

¿Eres una pianista feliz ahora?

«No tanto, porque no puedo tocar piano y de hecho no tengo ganas de tocar en mi casa. Entonces estoy resolviéndome de nuevo. Pero soy una pianista con fe. Creo que va a estar todo bien, no sé cuándo».

A esta hora, Vane Arrebol ya se presentó en Valparaíso en la primera de dos presentaciones programadas. Este jueves 23 de noviembre lo hará en Espacio La Compañía Valparaíso, ubicado en Eusebio Lillo #409. El valor de la entrada es de $10.000 y compartirá escena con Julio Piña y Ángelo Escobar.

 

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