Dictadura en Osorno: un recorrido a través de la Ruta de la Memoria
La cita es a las 14:30 horas del sábado 27 de mayo en el Hospital Base de Osorno. El INDH, a través de su oficina regional en Puerto Montt, organiza la Ruta de la Memoria por el Día de los Patrimonios. Se trata de dos recorridos en bus por sitios que utilizó la dictadura en Osorno y Puerto Montt para reprimir y torturar. Un ejercicio de memoria que antes se hacía a pie por ambas ciudades, pero que ahora incluye sectores más alejados.
En el caso de Osorno, se hicieron dos recorridos, uno por la mañana y otro por la tarde. Este último es el que abordo junto a una treintena de personas, en su mayoría jóvenes, en la fría tarde del sábado. No más de cuatro grados registran los celulares y se hacen notar. La gran mayoría, salvo quienes llegamos a último minuto, se resguarda al interior del bus estacionado en el enorme hospital osornino.
El lugar de encuentro no es casualidad. Fue allí, cuando aún no comenzaba a operar el recinto de salud, donde se instaló por más de un año la Fiscalía Militar en Osorno en pleno 1973. Hasta ahí llegaban las y los detenidos por carabineros, detectives y militares. Arribaban desde toda la provincia y, muchas veces, sin saber siquiera por qué. Inicia el recorrido por los lugares de la dictadura en Osorno.
De primera fuente
A cargo de relatar la historia, los horrores y las sensaciones que quedaban en cada uno de los puntos de detención estaba Rodolfo Balbontín. Este osornino de 68 años estuvo detenido en esta ciudad. También en La Unión, Santiago y en Valparaíso. Su militancia mirista lo condenó a ser perseguido, encarcelado y torturado por la dictadura de Pinochet.
El mural que recuerda ese hito fue inaugurado en 2016 en las dependencias del actual Hospital. Balbontín relata que allí se ejercían interrogatorios por parte de las fuerzas represivas estatales. A cargo estaba el fiscal militar Roberto Follert. El ex preso político remarca la importancia de tener allí «un pedazo de la historia local y popular», como marca de la dictadura en Osorno.
Continuamos el viaje en el bus por las pocas cuadras que separan el hospital del Regimiento Arauco. Veo por la ventana como decenas de personas caminan tranquilamente por las calles, como lo hacemos a diario. Hace casi cincuenta años ese asfalto retumbaba a cada paso y marcha militar y policial. Algunos no perdieron la tranquilidad en esa época, menos ahora. Otros aún no quieren volver escuchar esas botas golpeando el suelo, imagino.
Rodolfo Balbontín cuenta que el Teniente Coronel a cargo del regimiento en dictadura, Lizardo Abarca, impidió el paso de la Caravana de la Muerte por Osorno. «No es defender a Abarca, es defender la verdad de los hechos», explica en su narración. No nos bajamos del bus por el escaso tiempo. Seguimos hasta unas pocas cuadras al oriente hasta el ex cuartel de Investigaciones. Allí nos bajamos y Balbontín relata cómo sus compañeros y compañeras eran interrogados y torturados en el lugar.
Los civiles
A cargo de ese centro de detención y tortura, que también funcionó como Fiscalía Militar, estaba el teniente Vera. Un civil convertido en uniformado, al igual que muchos otros, sobretodo agricultores y latifundistas, narra Balbontín ante la audiencia. En este punto también valora el trabajo realizado por el abogado Óscar Álvarez, quien se dedicó a defender a las víctimas de la dictadura en Osorno.
Luego, el bus se interna por el centro de Osorno hasta el Estadio Español, en calle Santa Elisa. Cadetes basquetbolistas del Club Español están esperando afuera del gimnasio vistiendo ropa del equipo. Esos adolescentes sueñan con driblear y encestar en la cancha que, sin saber, sirvió como lugar de detención durante la dictadura en Osorno.
René Cárcamo, de la Corporación Pilmaiquén, se une al recorrido y cuenta su experiencia. Era profesor en Bahía Mansa cuando fue detenido por militar en el Partido Socialista. Llegó al estadio desde la Tercera Comisaría de Rahue. Se creó una fraternidad entre hombres y mujeres detenidos. Compartían los alimentos que llevaban las familias de la ciudad con quienes llegaban desde el campo y no tenían visitas.
«Extraña y dolorosamente la colonia española pasó el Estadio Español sin que se lo solicite la dictadura para ser un centro de tortura y exterminio. Un campo de concentración en definitiva. Esa gente hasta el día de hoy sigue impune y sigue pasando por las calles como si nada hubiese ocurrido», me dice Rodolfo Balbontín más tarde en el bus.
La ruta sigue y pasamos por la antigua fábrica de Cecinas Felco en Avenida Mackenna. Los hermanos Schmidt, dueños de la empresa, facilitaron sus dependencias para detener y torturar. «Hay nombres destacados allí de gente que cumplió un rol importante en la represión y en los crímenes de lesa humanidad que se cometieron en Osorno. Nunca han sido siquiera cuestionados. Hablamos de importantes agricultores de la zona; Becker, Epple, los Riquelme Blaña, en fin. Son muchas las personas que se prestaron. No sólo colaboraron económicamente o materialmente, como los hermanos Schmidt, que pasaron la fábrica Felco», agrega Balbontín a la conversación.
Los horrores de la Tercera Comisaría y del Puente Pilmaiquén
Al poniente del centro de Osorno, en calle Iquique 440, sector de Rahue bajo, se emplaza la actual Subcomisaría de Rahue. También es conocida como la Tercera Comisaría de Osorno. Su actualizada fachada y estructura cobija los recuerdos del principal centro de detención y tortura de la dictadura en Osorno. Su capitán en ese entonces, Adrián Fernández, enjuiciado y condenado a una pena irrisoria, vive hoy tranquilamente en su campo, revela Balbontín.
Es difícil no empatizar con quienes sufrieron los horrores allí mismo. Según señala el relator mientras es escuchado por las y los pasajeros del bus que bajaron a ver el lugar, sospecha que no hay solo recuerdos. También, dice, puede haber restos de víctimas de los que jamás se supo su paradero. ¿Podrán dormir tranquilos en esos deleznables silencios pactados quienes torturaron en nombre del Estado?
Desde aquella comisaría fueron trasladados hasta el Puente Colgante del Río Pilmaiquén Raúl Santana Alarcón y José Vidal Panguilef el 19 de septiembre de 1973. En el puente fueron acribillados y sus cuerpos lanzados al río. Ese mismo modus operandi se repitió decenas de veces. Hasta allá nos vamos en el bus. Vemos el puente que unía el viejo camino que atravesaba Chile de sur a norte y que fue declarado como el primer Monumento Histórico y Sitio de Memoria de la región. Hoy separa las regiones de Los Lagos y Los Ríos.
Allí, tanto René Cárcamo como Rodolfo Balbontín cuentan la historia de Blanca Valderas. Primera alcaldesa de Entre Lagos y sobreviviente a la ejecución sobre ese puente. Escapó nadando y llegó a trabajar como asesora del hogar a Santiago. Luego regresó a recuperar su historia y su vida durante la dictadura en Osorno. Esta se encuentra relatada en el documental «Y sin embargo estoy aquí» que la Corporación Pilmaiquén realizó.
El regreso
Luego de escuchar las impactantes historias y de saber que, al menos, ya hay voluntad para que Bienes Nacionales se haga cargo de regularizar el terreno donde está el puente, subimos al bus. Antes le pregunto a algunas personas por cómo habían llegado a realizar la ruta y qué les había parecido.
Valentina Vilches (29) es estudiante y se enteró de la actividad por internet. A pesar de saber la historia del golpe, reconoce que «no conocía muy bien como la historia de lo que pasó durante la dictadura en Osorno específicamente. Tampoco sabía que habían tantos lugares que habían sido sitios de detención y tortura. Me parece super bien que se reconozca el patrimonio inmaterial».
Su pareja, Manuel Cabrera (26), la acompaña y valora poder escuchar a quienes vivieron los horrores. «Es muy enriquecedor, porque es más cercano. Uno genera otro tipo de empatía, como más verdadera. En el sentido de que no quedarse en la victimización, sino que para que no ocurra nunca más», reflexiona.
Gabriela y su hijo Hatuey, de 14 años, llegaron desde Puerto Montt a la actividad. Son familiares de ex presos políticos durante la dictadura. El adolescente destaca que «uno se da cuenta también de que no todo pasó en Santiago, de que aquí hay muchas cosas, muchas atrocidades. Yo creo que muy pocas personas de mi edad sabe de la dictadura. Falta mucha información, mucha historia por dar a conocer».
Cristóbal Matamala (23) estudia Pedagogía en Historia y está haciendo su tesis respecto a los sitios de memoria y patrimonio. Plantea que debería replicarse esta actividad para estudiantes secundarios. «Me gustaría sí que viniesen más estudiantes de los liceos. Porque, de hecho, mi interés con esto es que se difunda en los colegios. Mis estudiantes siempre preguntan sobre los espacios de memoria que se mencionan. Que son de Santiago y nunca hay un espacio para la memoria local. Y esta es una oportunidad para eso», dice.
Bruce Castablanco (21) es estudiante de Psicología. Cuenta que asistió «porque mi intención es poder ser un psicólogo social comunitario. El conocer esta instancia histórica es muy importante en este caso para entender la conciencia en sí misma. Personalmente me pregunto a dónde se fue la conciencia. Y con esta instancia uno puede ir respondiendo, tener la base para empezar a construir personal y colectivamente. Al enterarme de la historia, de la trascendencia que tiene un lugar para un grupo de personas y el país, nos da la oportunidad para construir algo un poco más factible para la conciencia de la juventud de hoy en día».
A cincuenta años del golpe
Si bien la actividad se enmarca en el Día de los Patrimonios, también lo hace por la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado que se cumplirán este año. La Seremi de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Cristina Añasco, asegura que la memoria es relevante para este hito. «Para que tengamos un país mucho más democrático y para generar garantías de no repetición la memoria es fundamental», afirma.
Y añade que el relato desde la experiencia es importante «a propósito de generar estrategias de memoria, la memoria local, la memoria de las personas que lo han pasado muy mal. Aún así tienen interés de seguir educando a través de la pedagogía de la memoria, sin duda es pedagogía popular también. Es algo que como gobierno nos interesa incentivar, que eso siga ocurriendo. No solamente en el Día de los Patrimonios, sino durante todo este año, pero también hacia el futuro».
Ante la pregunta de si es factible realizar estos recorridos en otras instancias, Añasco responde. «Las mesas de los 50 años han instalado la discusión y la propuesta de generar rutas permanentes de memoria. Hay mucha gente que no sabe lo que ocurrió en la provincia de Osorno. También espacios educativos, como esta pedagogía de la memoria que se aplique en los establecimientos educacionales. Tiene que haber un trabajo mancomunado entre los distintos ministerios, las agrupaciones de derechos humanos y el Instituto de Derechos Humanos. Elaborar una estrategia que también sea con una mirada local», anticipa.
La seremi de Gobierno, Danitza Ortiz, también estuvo en la ruta. «Tenemos un compromiso que es muy importante, que es que los 50 años de conmemoración del golpe militar en Chile no pasen desapercibidos. Y ahí hay un compromiso que tiene que ver también con las generaciones nuevas que desconocen esto. Por lo tanto, hay que avanzar en concientizar, en hacer rescate de la memoria en todos los espacios, en educar y por sobre todo tener una visión de la no repetición», indica.
Además, hace una distinción sobre cómo es la región políticamente hablando. «Es una región bastante conservadora. Ocurrieron hechos de vulneración de los derechos humanos para muchas personas y que hasta los días de hoy cuesta que la gente nos converse abiertamente. Y ese es un trabajo donde tenemos que avanzar. No solamente desde el Estado o desde el gobierno de turno, que en este caso claramente hay un compromiso a diferencia de otros gobiernos que hemos tenido. Aquí hay que avanzar desde el Estado, desde los gobiernos, desde la ciudadanía», remarca.
Deuda con la historia
Rodolfo Balbontín se toma unos minutos en el viaje para hablar del Regimiento Coraceros y las historias que hubo allí. El bus no puede ir hasta allá por quedar a trasmano del recorrido. Antes, el relator de esta experiencia se sincera en el asiento de mi lado, cuando lo invito a hablar. «Hay mucha tendencia a olvidar, a olvidar todo tipo de hechos y particularmente los hechos más siniestros de la historia reciente», no duda en decir.
«En nuestro país y en nuestra zona hubo una fuerte represión que significó tortura, detenciones ilegales, muerte, exilio, desaparición forzada. Osorno no está lejos de esa situación. Pensamos que la memoria viva es necesaria absolutamente para evitar que estos actos arbitrarios e ignominiosos sigan ocurriendo en nuestro país. Queremos un país que sea capaz, si no de reconciliarse, de vivir en paz, con decencia y con dignidad. Y eso no se consigue con represión. Eso lo vamos a conseguir en la medida que seamos capaces de reflexionar, de conversar estos temas y de superarlos», reflexiona.
Le pregunto por el mensaje que quiere dejar a las nuevas generaciones, pero antes, dice, hay un mensaje a quienes, al igual que él, sobrevivieron a la dictadura. «Es necesario mantenerse organizados y no confundir los planos de lucha. Hoy día, mucho se lucha por la reparación justa, y es justa que así sea, pero también debe lucharse por la memoria viva, por hacer conciencia. Los sitios de memoria tienen que ser sitios de conciencia, donde podamos convocar», explica.
«La manera de caminar siempre va a ser sobre bases sólidas de la historia, sobre la verdad y esa verdad es la que hoy día todavía está en deuda después de 50 años», agrega. Le doy las gracias. Varias personas hacen lo mismo cuando se bajan del bus en el mismo lugar del hospital desde el que salimos cuatro horas antes. «Estoy aquí, nunca me fui, desde el dolor y la memoria», debería decir el mural del Hospital en su parte inferior. Faltan algunos trozos del mosaico para completar esa oración, pero, de cierta forma, Rodolfo, René, Blanca y tantas otras personas la sostienen con su historia.